Caracas, 16 de mayo de 2021
Llevo poco más de dos cientos artículos escritos para este medio. Doscientos artículos al cabo de cuatro años. El primero, Nuestra paideia, fue publicado el ocho de enero de 2017. Cuando empecé a colaborar en El Universal, se me pedía una publicación quincenal. Esto cambió en abril, cuando publiqué mi octavo trabajo, El Divorcio, y se me pidió pasar al régimen semanal.
Mucho ha ocurrido en cuatro años. Gracias a la redacción abierta de El Universal, he podido escribir sobre los tópicos más variados. Se me otorgó un espacio generoso, los días domingos, en una buena página de opinión. Mis vecinos, figuras pesadas: Carlos Raúl Hernández, Luis Vicente León, entre otros. Y luego yo: un joven recién egresado de la Universidad que se coleaba entre periodistas profesionales.
Escribir para un periódico que tiene más de un siglo de existencia no es tarea fácil. Sus usuarios son fieles y los domingos es un día de alto tráfico por parte de los lectores. Esto sin contar su alcance nacional. Alcance que percaté durante un viaje que hice a Mérida, cuando un domingo compré el periódico en un quiosco. Verme, a más de 600 km de mi ciudad (Caracas) me hizo entender la magnitud del alcance. No era poca cosa.
Evidentemente los medios de comunicación han revolucionado esta práctica. Ahora, es relativamente sencillo posicionarse en cualquier esquina del globo sin necesidad de la imprenta. Pese a ello, debido al covid-19 y a la escases de material, la ausencia de los artículos impresos ha sido dura. Para mi esposa sobre todo, quien es mi cómplice en la aventura y se encargaba de atesorar los artículos cada domingo, creando así una hemeroteca propia.
También he cometido muchos errores en 200 artículos. He madurado, cambiado de parecer. He sido inconsistente en mi forma de ver las cosas, ya que considero aquella inconsistencia la clave de todo crecimiento mental. He tenido discusiones públicas, he sido acusado de ser un ghostwritter de mi abuelo. Quien fue un extraordinario periodista maestro de los pseudónimos; lo que llevó a pensar que Nelson Totesaut Rangel, era uno más.
He buscado la polémica, para luego apreciar la discreción. Siempre se me ha dejado pensar, escribir, actuar con libertad. No he tenido cadenas familiares, ni personales. Tampoco impuestas por la sala de reacción. Ha sido un recorrido honesto, plácido y de puro crecimiento intelectual. Me ha permitido ejercer el periodismo, sin realmente ser periodista. Pero desde la trinchera de la opinión, el análisis y el cuestionamiento constante de las cosas. También me ha permitido investigar sobre otras culturas y ser un replicador de sus experiencias, un narrador de sus cuentos. He sido un amante de Cataluña y de Italia en general. Relatando la noticia local en Venezuela, haciendo un paragón de realidades distintas, que pueden cruzarse en más aspectos de los que uno piensa.
Mi artículo más leído fue uno sobre el fotoperiodismo. Y el top 10 refiere a artículos muy críticos a la realidad venezolana. Antes escribía así, pero opté por girar el rumbo hacia lo cultural, a lo social. Fue una decisión enteramente personal, pese a que muchos piensen lo contrario. Encuentro mayor interés en las microhistorias y en la política internacional.
Sin embargo, si alguien me ha seguido durante parte de este recorrido, bien sabrá que mi línea varía y puede cambiar. El balance, en conclusión, de los primeros 200 artículos ha sido maravilloso y enriquecedor. Esperemos lo mismo de los próximos 200.
@NelsonTRangel
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