Caracas, 8 de agosto de 2021
A diferencia de los mundiales de fútbol que se celebran en países, las olimpíadas son eventos que promueven ciudades, es por ello que las mismas invierten cantidades exorbitantes de dinero para atraer la atención.
Barcelona es un claro ejemplo de ello, en cuanto respecta al turismo. Antes, era una ciudad vacía, en donde el patrimonio se desmoronada y no existía interés en ella. Eso cambió con el hito de 1992, año en que se celebraron las olimpíadas en esa ciudad y la misma cobró una popularidad que dura hasta nuestros días. De hecho, la Villa Olímpica creada frente al mar, pasó a ser una de las zonas más costosas de la ciudad. Todo ello pese a que el contencioso catalán lo buscara mermar, lo que generó que 4.000 empresas se fugaran de Cataluña ante la inestabilidad del procés.
Las olimpíadas de Japón son excepcionales por varios motivos. Primero, pasarían a ser las más costosas de la historia, invirtiendo unos $US 12.600 millones. Este propósito antes de la pandemia, lo que hizo que el precio se triplicara. Segundo, serían las olimpíadas más “verdes” de todas, haciendo las medallas de material reciclado y las camas de los atletas de cartón. Lo que en verdad enfocó la atención en el acto sexual, llamando a las camas “anti-sexo”, en vez de “eco-friendly”. Tercero -y este punto ligado al primero- se esperaba una atención descomunal en la ciudad, lo que traería consigo el patrocinio de importantes marcas -como Toyota- que luego decidieron retirarse del espacio publicitario. Es decir, Japón padeció completa la Ley de Murphy: si algo puede ir mal, irá mal.
Más allá del virus y el perturbador silencio en los estadios deportivos, las olimpíadas están siendo afectadas por otros escándalos. Como si no fuera suficiente, el movimiento feminista (y con razón) irrumpió en la escena luego de que el equipo Noruego de balonmano quisiera usar un short en vez de un bikini. Si bien comparto las formas y suelo ser extremadamente protocolar, multar a las jugadoras con un tema tan sensible como este ha sido un error por parte de la Federación. Lo que nos enseña que viven abstraídos completamente de la realidad.
De cualquier modo, las olimpíadas sirven para potenciar ciudades. Su correcta ejecución queda en la psique colectiva y en la mirada obsesionada de los inversionistas. La siguiente sede será París, pese a que Macron dijo que propondrá agregar la Polinesia Francesa como sitio para hospedar las competiciones acuáticas. Sea como sea, estamos hablando del 2024, respetando los cuatrienios entre cada competición (recuerden que estamos en el 2020, olímpicamente hablando).
Antes, cuatro años, era un tiempo razonable para organizarse. De hecho, en ciudades o países menos desarrollados, podía resultar insuficiente. Ahora, en tiempos de pandemia, el período nos parece una eternidad. ¿Quién sabe qué nos depara el futuro en 2024? Y es que la actualidad nos enseña que parece mejor dejar todo para última hora, por si las moscas.
Venezuela
Nuestro país no es un gran competidor en el mundo del deporte, exceptuando el béisbol. Pese a ello, los ánimos por las olimpíadas están exacerbados. A Rojas y Limardo, que son nuestros héroes, se le agregan otros: Julio Maroya y Daniel Dhers. El segundo destacó con la bicicleta, el primero levantamiento de pesas, ganando ambos medallas de plata. Y a Rojas ni hablar, Venezuela nunca ha tenido un deportista tan destacado como ella, lo que nos da ánimos y proyección mundial.
@NelsonTRangel
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