Caracas, 15 de agosto de 2021

Hace justamente un año, el 16 de agosto de 2020, escribía por este medio un artículo titulado La guerra por el Tik Tok. Al respecto decía: “Lo que los politólogos no se imaginaron era que la guerra del futuro no se daría por un recurso a controlar. Tampoco por la vacuna de un virus que, a la larga, resulta en una carrera sana en favor al desarrollo tecnológico mundial. La guerra del futuro (y del presente) se daría por adolescentes que bailan de forma desenfrenada en unos micro-videos de 15 segundos al son de una música que difícilmente se puede entender; es decir, por el Tik Tok”.

Hablaba de Tik Tok porque Donald Trump todavía era presidente y lo quería suspender. Imagínense ustedes, una aplicación con casi mil millones de usuarios que se dedican a consumir un contenido baladí. Pero así son los autócratas, como Trump, que detestan a criterio ciertos medios por considerarlos un peligro para la seguridad nacional.  Algo que esperamos de China, Corea del Norte e Irán. Pero de un país que dice ser el máximo representante de la democracia mundial, es paradójica. Cerrar una red social por considerar que “espía” a la población (exactamente lo que ya hacen todas las demás) es abuso descarado de poder. Sobre todo cuando The New York Times había publicado un artículo en donde indicaba que la propia CIA asegura que no existen evidencias de que la plataforma esté siendo utilizada por los servicios de inteligencia chinos. 

Distinto a lo sucedido con el software Pegasus, del Grupo israelí NSO, luego de que una investigación realizada por The Guardian determinara que el software estaba siendo empleado para espiar a decenas de miles de personas por gobiernos que compraban el sistema. Entre los afectados se encuentra, incluso, el Presidente Francés, Emmanuel Macron, quien tuvo que cambiar de teléfono luego de haber contraído el “virus”.  Un virus asintomático que te rastrea. Es decir, el sueño de los teóricos complotistas: un software que entra fácilmente al dispositivo a través de un mensaje de texto. Luego, podía hacerse de todas sus funciones: mensajes, cámara, micrófono, y pasaba fácilmente inadvertido. 

Nota al pie: la fiesta de Obama

Estados Unidos sigue dando cátedra en pleno siglo XXI. El plan de vacunación masivo (iniciado por la administración Trump, las cosas hay que decirlas) ha sido tan eficiente que el 70% de su población adulta ha recibido, al menos, una dosis de la vacuna. Esto, sin contar el turismo de vacunas que desarrolló el país, lo que le generó un respiro a un sector que se encontraba totalmente devastado por el COVID-19.

No obstante, para el virus no existen curas, y las vacunas no protegen al 100%. Y mucho menos a la variante delta, la cual es 1.200 veces más contagiosa que la cepa original. Esto, más el levantamiento de las medidas de contención, ha generado un incremento en el número de contagiados en las últimas semanas.

Pese a ello, el expresidente Barack Obama planea celebrar sus 60 años a lo grande: con una fiesta para 500 invitados en la isla de Martha’s Vineyard. La Casa Blanca parece no haberle causado simpatía el gesto, anunciando que el Presidente Biden (gran amigo de Obama) no irá a la celebración. Pese a que la misma no vulnera ninguna norma de contención. Sólo al sentido común.

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