Caracas, 10 de octubre 2021
El debate en torno a la vacunación cobra sentido cuando se trata de la salud colectiva. ¿Debe el Estado obligar a sus ciudadanos a vacunarse? En teoría no, pero prohibir o limitar otras libertades a aquellos que no se vacunen, resulta una imposición indirecta que crea una norma coercitiva. Así lo hemos visto con los llamados “Green pass” europeos (sobre todo en Francia e Italia) que sirven de visados para movilizarse, incluso, dentro de tu propia ciudad. No estás obligado a vacunarte pero, como eres una potencial arma biológica, tu libertad no puede afectar la salud colectiva.
El debate es complejo y, en un mundo ideal, se busca apelar al buen sentido común de la población para evitar recurrir a medidas extraordinarias. Pero, cuando se acaba el sentido común, no queda de otra, sobre todo cuando seguimos sin dar con una cura al virus y las vacunas no impiden la propagación del mismo. Sea cual sea el caso, la vacunación debería quedar como una elección personalísima, sin buscar influenciar otras, sobre todo cuando en la decisión se juega la vida misma.
Es por ello que resulta un despropósito aquel ciudadano negacionista que busca convencer a los demás de sus teorías. Así lo hizo Antonio Mureddu, un activista anti-vax que persuadió a un paciente de COVID-19 que dejase el hospital. Esto en Irlanda, lo que llevó a que él mismo muriera poco después de llegar a su casa. Los irlandeses están investigando cómo relacionar a Mureddu en la muerte. Sin duda, otro tema complejo.
La decisión de vacunarse puede variar, incluso, dentro de un mismo matrimonio. Michelle Bolsonaro, la esposa del Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, aprovechó su viaje a Naciones Unidas -en Nueva York- para inmunizarse. Esto contrario a lo que opina su esposo que, a diferencia de Mureddu, conduce las riendas de un país entero; uno con más de 200 millones de habitantes. Bolsonaro no despierta tantas simpatías y mucho menos en este tema de la pandemia. Es por ello que el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, aprovechó para politizar un poco más el tema, apelando a Michelle y pidiéndole que convenciera a su esposo de vacunarse y de “dejar de ser un peligro para los demás”.
A un antivacuna se le contrarresta con los hechos. Basta sólo hacer un cuadro comparativo entre los países con mayor y menor porcentaje de vacunados y sus terapias intensivas. En Portugal, por ejemplo, en donde la tasa de adultos vacunados supera el 84% los hospitales están tranquilos, por lo que el gobierno ha decidido abrirlo todo. Sólo se pedirá el “Green pass” dentro de sitios en donde el contagio sea extremadamente probable: discotecas y bares.
Esto contrasta con otros países como Bulgaria, en donde sólo han podido vacunar el 22% de sus adultos y los hospitales están al borde del colapso. Aquí, han tenido que adoptar nuevamente medidas de contención. Lo que nos demuestra que las libertades que te quita el COVID son mayores a las del Green pass.
Nota al pie: el Presidente buscando casa
En política se aprecian los pequeños gestos de humildad, aquellos que parecen estar olvidados en un mundo materialista como en el que vivimos. Sergio Mattarella, Presidente saliente de Italia, es aquella figura que no representa un país entero. Al contrario, es el ideal que se debe buscar, el perfil acertado en un político: que no enarbole los vicios de la sociedad, sino que promulgue sus valores. Lamentablemente Mattarella es uno sólo, un solo ciudadano que resalta dentro de los demás políticos.
En los pequeños gestos está el ejemplo. Y así lo vimos de Mattarella quien está preparándose para su vida post presidencial. Contactó a una agencia inmobiliaria y está ya buscando, personalmente, apartamento para alquilar. La sorpresa del agente fue grande, cuando se percató que su posible cliente se trataba del Jefe del Estado. ¿El apartamento? Normal, ni muy grande, ni muy pequeño, ni muy céntrico, ni muy lejano. Nada ostentoso, sino cerca de los suyos, punto al que le da importancia puesto que probablemente se trate de su última residencia, ya tiene 80 años.
El Presidente no tuvo una gestión fácil. Tuvo que lidiar con varios cismas en la política italiana. Tuvo cuatro Primeros Ministros durante sus 6 años de Presidencia: Renzi, Gentiloni, Conte y Draghi. Y vivió también la pandemia. Merecido descanso el que le depara.
@NelsonTRangel
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