Caracas, 31 de octubre de 2021
He escrito varias veces sobre la galería degli Uffizi, en Florencia, porque sigo de cerca las noticias que conciernen a la cultura, sobre todo en Italia. Y más hoy en día, en el mundo pandémico, en donde la misma ha sufrido terriblemente. Con los museos y teatros cerrados, el entretenimiento ha abandonado estos santuarios de la humanidad, confinándose en casa, frente a las pantallas del teléfono y del televisor.
Volviendo a gli Uffizi, la misma salió de primera en la clasificación que hizo la revista inglesa “Timeout” sobre los “mejores museos del mundo”. Incluso por delante del Louvre (que quedó de segundo) y del Moma (de tercero). Merecido premio tuvo el museo, en nombre de una ciudad entera que bien podría clasificar en la lista.
El que el renacimiento haya sido italiano no garantiza que todo el arte permanezca en ese país. El arte tiende a viajar, siempre lo ha hecho, sobre todo de la mano de sus creadores. El caso de la Mona Lisa es uno de los más evidentes, pese a que haya poco que argumentar. Leonardo le donó la obra al Rey francés, Francisco I, quien fuera su gran mecenas. Pese a ello, es grato y coherente apreciar a un Botticelli o a un Donatello en Florencia. Como también a un J.L. David en París.
Ahora, distinto es cuando se trata de un expolio, siendo quizá el más conocido el friso del Partenón de Atenas, que reposa en el Museo Británico de Londres. Otro emblemático es el Altar de Pérgamo (actual Turquía) que fue trasladado 2.500 kilómetros al norte, reposando hoy en Berlín. Evidentemente el caso de la Mona Lisa dista de ser el de la piedra Rosetta. Es simplemente agradable ver el arte vivo en su ciudad de origen. Por eso Florencia es, en sí, un museo destechado, lo que se ha tratado de mantener pese a los siglos. Esto sin abandonar la correcta preservación del arte. Y el ejemplo lo tenemos con el David de Miguel Ángel, que fue resguardado en la Galería de la Academia, no sin antes colocar una réplica exacta en su ubicación original: la plaza de la señoría.
Florencia quizá sea el superlativo, pero Italia es en su totalidad un museo. Con sus apenas 300.000 kilómetros cuadrados, es el país con más monumentos declarados patrimonio de la humanidad (58). El patrimonio es el petróleo de Italia, y basta con hacer un hueco en el piso para comprobarlo. Así es Roma, lo que limita mucho la expansión de su sistema subterráneo. Pero también lo es Milán, que lleva años construyendo la línea azul del metro; proceso que viene constantemente saboteado por las ruinas de la antigüedad.
Lamentablemente, la preservación en el país no siempre es la óptima, salvo en algunos oasis turísticos muy específicos. Argumento favorito de aquellos que se hacen del expolio. Ejemplo de esto lo leí hace poco en la prensa. Según el último censo, en Italia hay 7 millones de edificios no utilizados, abandonados. Estamos hablando de teatros, escuelas, fábricas, casas, cines, negocios, monasterios, etcétera. Todos, con una magia particular, lo que genera tristeza verlos en su estado actual. Sobre todo aquellos que son obras geniales de arquitectura, como una “Cristoteca”: una discoteca dentro de una iglesia.
El petróleo en sí da riqueza, pero más riqueza da su refinación. Eso lo sabemos en Venezuela, pese a no practicarlo. Con el arte ocurre exactamente lo mismo. Imaginen recuperar la universidad islámica de Casamassima en Bari; una universidad árabe abandonada hace 30 años, un castillo del siglo XIX en Umbria, una villa estilo “liberty” del siglo XX en Friuli, entre muchas otras que podrían representar un incentivo económico para cada ciudad.
Nota al pie: una villa romana en venta
El dinero no compra la felicidad, pero sí una Villa romana con un fresco de Caravaggio en el techo. A partir de Enero 2022 estará a la venta, a través de una subasta, Villa Aurora -como se conoce- la cual tiene una puja inicial de 500 millones de euros. Contiene el único fresco de techo jamás pintado por Caravaggio, comisionado por el Cardenal Francesco Maria Del Monte en el siglo XVI para adornar su laboratorio de química. Quien sea el afortunado en adquirir la propiedad tendrá que invertirle 11 millones de euros en recuperación. Aunque luego de haber pagado 500 (que probablemente termine siendo más) la cifra parece insignificante. Aquí tenemos una propiedad que saldrá de esas 7 millones abandonadas. Otro ejemplo de que el patrimonio vale, se encuentre o no abandonado.
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