Caracas, 12 de diciembre de 2021
Leía en un meme, que antes del 2020, lo que no te mataba te hacía más fuerte. Luego del 2020 lo que no te mata, muta y lo intenta otra vez. Esto respecto al ómicron, la nueva cepa del COVID-19 que se descubrió en Sudáfrica. Los científicos corren despavoridos para ver las consecuencias de dicha mutación, mientras las casas farmacéuticas siguen con su guerra comercial de los porcentajes: ya la página oficial de Twitter de Sputnik dijo que la vacuna Pfizer tiene sólo 30% de efectividad, frente a la de ellos que posee más del 80%.
La bolsa se desploma, la moneda pierde valor, el crypto lo gana. Cierre de vuelos, porque al virus le encanta viajar en avión, pese a que seguramente ya hizo un world tour. Prohibiciones de entrada de países Africanos y aislamientos de 14 días para aquellos que vengan de uno. Pánico global, estamos nuevamente a principios de 2020. Resulta indudable que el virus, más que el cuerpo, nos ha atacado la mente.
Apoyo la prevención; por falta de ella, fue que el COVID-19 original causó, al inicio, tanto estrago. Prevención para disminuir el ritmo de contagio, descongestionar hospitales y estudiar mejor la cepa. Ya que hoy, dos años más tarde, podríamos asegurar que, incluso tomando todas estas medidas a tiempo, la propagación del virus es inevitable.
Ahora, es temprano para decir, pero la doctora Angelique Coetzee, presidente de la Asociación Médica de Sudáfrica -y responsable de haber detectado la nueva variante- declaró poco después de la aparición de la misma que el ómicron presentaba, hasta el momento, síntomas muy leves: cansancio y dolor corporal. Ninguna hospitalización, al menos hasta el momento de escribir este artículo.
Ante esto se abre el eterno debate: universalizar la vacuna. Evidentemente, el mundo se mueve por interés privado, y la carrera tecnológica no es la excepción. Ahora, si no masificamos la producción de vacunas, probablemente no se logre nunca acabar totalmente con el virus. Ya en Sudáfrica lo dijo Ayoade Alakija, directora de la Alianza Africana para la entrega de vacunas, acusando a occidente de haber cercado a Sudáfrica por una variante que pudieron haber evitado.
Sea cual sea el caso, el COVID-19 promete seguir siendo nuestro tópico diario. El otro día me comentaba alguien respecto a un niño de aproximadamente 10 años que jugaba en mascarilla: “¿recordará estos tiempos?” A lo que yo le respondí que probablemente sí. Porque en nuestro cortoplacismo apurado solemos pensar que las calamidades acaban rápido. Cuando la realidad está enseñando que el COVID pudo haber llegado para quedarse, al menos un buen rato.
Nota al pie: Los ojos de la guerra
Pocas caras -u ojos- han sido tan célebres como la de Sharbat Gula. Inmortalizada hace 30 años por el fotógrafo Steve McCurry, cuando ella tenía sólo 12 años. La foto se usó como portada del National Geographic, pese a que ella lo desconoció durante casi 20 años. Es decir, fue la cara del dolor, de los refugiados, del éxodo forzado, cosa que nunca supo.
Gula ha tenido una vida compleja. Llegó a Pakistán, huérfana, con 4 años. Venía de Afganistán, huyendo de la invasión soviética. En Pakistán no la pasó mejor, ni a su llegada, ni casi 10 años después, en 1984, cuando McCurry la fotografiará por primera vez dentro de un campo de refugiados. Y es que su vida se puede medir en fotos puesto que, con la segunda, en 2002, el fotógrafo confirmó que las penurias eran iguales. La diferencia es que ahora se trataba de una mujer consumada, con hijos y todo.
En ambas ocasiones su mirada fue de perplejidad. La primera, debido a que temía del extraño hombre blanco occidental que la apuntaba con un largo lente de alta definición. La segunda, puesto se estaba enterando que era una “celebridad” mundial, siendo su vida de penurias la inspiración de muchos. En fin, la noticia resurge hace 1 mes, ya que, debido al arribo de los talibanes, pidió un nuevo asilo, esta vez en Italia.
Ya se encuentra allá, en Roma, con casi 50 años, 4 hijos y sin saber leer ni escribir. Buscando incansablemente rehacer su vida. Espero que McCurry le haga otra instantánea y esta vez aparezca con una sonrisa en cara.
@NelsonTRangel
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