Caracas, 30 de enero de 2022
Se nos va el primer mes del 2022, con una velocidad fulminante. Quizá porque ya nos acostumbramos a que nada cambie y que el mundo siga igual. Ha cambiado algo, pero no tanto como quisiéramos. Seguimos en pandemia, con mascarillas, con confinamientos. Con restricciones de vuelo, con pases sanitarios y con medidas de distanciamiento. Con familiares y amigos enfermos, con conocidos muertos. Vamos al tercer año de una realidad agotadora que, para nosotros significa una etapa, pero para una generación entera es su realidad.
Los niños de tres y cuatro años, que ya caminan, juegan y hablan, no han conocido otra cosa que el mundo pandémico. Sin guarderías, sin compartir. Con distanciamiento de otros niños y con el temor constante en los ojos de los padres y adultos en general. Es bueno pensarlo, ¿cómo será esa generación?, ¿cómo crecerá, qué normalizará? Esperemos que pronto acabe y puedan conocer el maravilloso mundo que teníamos previo al virus.
Un mundo que debemos apreciar y cuidar. Siguen los retos, allende el coronavirus. Sigue el tema ambiental, sigue los derechos civiles que se han de mantener y conquistar. Un mundo de luchas opacadas que hay que recuperar.
El plan fallido
El debate actual es sobre el tema de la vacunación obligatoria. El mismo se desarrolla en occidente, en donde vemos posturas encontradas. Mientras Europa está haciendo esfuerzos por obligar a sus ciudadanos a vacunarse, Estados Unidos sigue con su espíritu libertario dejando que sus ciudadanos elijan lo que consideren mejor para ellos. El tema es que el virus no afecta sólo al individuo, sino al colectivo entero.
El Presidente francés, Emmanuel Macron ya lo dijo: le vamos a romper las pelotas a la gente hasta que se vacune. Sus términos, no los míos. Austria, en cambio, ya impuso la obligatoriedad, fue de los primeros países en hacerlo. Australia, en cambio, tiene semanas dentro de la polémica por el campeón Serbio de tennis, Novak Djokovic, quien perdiera la batalla por quedarse en el país y lo que le costaría así su título como campeón. Los principios no pueden ser debatidos, habrá pensado Djokovic, pero tampoco podemos violar la legalidad de otro país. El tema es complejo y lo seguirá siendo.
Conozco casos de antivacunas a quienes, incluso, nunca les ha dado el virus. De hecho, no niegan la existencia del mismo, pero ponen en entredicho a la ciencia y prefieren ser contagiados y generar anticuerpos naturales. Así pensaba la cantante checa Hana Horka del grupo Asonance, un grupo abiertamente no-vax. Como si de una fiesta infantil de sarampión se tratara, quiso ser infectada para tener su “Green pass” natural y poder moverse con tranquilidad. “Ahora sí -dijo- habrá teatro, sauna, concierto y mar”, dos días antes de que falleciera por la enfermedad.
Un plan bien estructurado, pero que tuvo una falla de origen: el virus es peligroso y no se debe subestimar.
La macabra burocracia
El COVID-19 nos ha hecho más racionales en temas de sanidad higiénica, pero no siempre en sanidad mental. Me impresiona una noticia de Italia, específicamente de Sassari, en donde una mujer embarazada se presenta en la emergencia de un hospital debido a fuertes dolores de vientre. Desconocemos si está vacunada, puesto la nota de presa no lo indica, detalle de todas formas irrelevante ya que los hospitales deberían de prestar servicios a todos, sin discriminación. Sino, ¿a dónde voy?
El tema es que, a su llegada, el obstetra le indica que necesita de un PCR negativo para poderla atender. ¡Imagínense la locura! Como si de una preparación preoperatoria se tratase, no quieren verla sin antes el resultado. El cual, además, puede demorar hasta 2 días en salir, en caso de que te lo haga un ente público.
Al final, pasó lo impensable, la mujer se retira a su vehículo, estacionado afuera del hospital: aborto espontáneo. Así termina la historia con un final triste. La burocracia, tremendamente macabra, acabó con una vida que quizá pudo salvarse. No la de la mujer, quien sólo le quedará el trauma de por vida de haber perdido un hijo porque en su país no la quisieron atender.
La pandemia nos ha llevado al límite, lo que genera que ciertas decisiones dejen de ser coherentes. Eventualmente saldremos del hospital, puesto el virus será vencido. Saldremos de ahí al psiquiatra, ya que el daño psicológico será más duro de superar.
@NelsonTRangel
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