Caracas, 27 de marzo de 2022
El precio es el valor que alguien está dispuesto a pagar. Resulta subjetivo, y la mejor expresión de ello son las criptomonedas. Antes de ellas, el dinero estaba respaldado por reservas de oro, así inició la banca. Luego, los anglosajones se inventaron la genialidad de respaldar el papel moneda con algo ligeramente menos tangible: la capacidad productiva de un país. Es decir, el dólar está anclado a la industria estadounidense, no a unas reservas de oro en una bóveda de alta seguridad. Pero las cripto cambiaron un poco la concepción, al menos aquellas no gubernamentales, como el bitcoin. El valor se lo da el mercado y la confianza que tienen sus usuarios en el mecanismo de intercambio. Nada nuevo.
Pero el mundo no podía quedarse aquí y los absurdos siguen proliferando. Ahora tenemos los famosos NFT (token no fungibles) cuyo valor es difícil de comprender. Recuerdo el primero que escuché: el primerísimo tuit del fundador de Twitter. ¿Vender una captura de pantalla por millones? Algo que, además, podemos realmente tener todos en nuestro celular. Cosa que no se detendría ahí y los NFT empezarían a venir representados de todas las formas posibles: monos, gatos, robots, carteras, etcétera.
El diseño de los mismos tiene un valor, es cierto. Pero ese valor se pierde cuando pasa a ser del colectivo. O al menos eso creería uno. Antes, la técnica en las pinceladas sobre el lienzo determinaban si una obra valía mucho o poco. Al igual que el mármol esculpido con expresiones realistas. Imaginen el Cristo Velado o la Piedad. Todas obras que, para lograrse, no sólo requirieron de materiales costosos, sino de una habilidad poco usual.
Pero, una vez más, el valor de las cosas tiene un alto grado de subjetividad. Y unos monos virtuales que se compraron por pocos cientos de dólares valen hoy en día millones. Una imagen en el celular, que nadie aprecia, nadie ve. No es un cuadro que se cuelgue en el salón del hogar, es un método de ahorro e inversión. Son acciones compradas en una start-up. Es la lotería jugada en el mundo virtual. La promesa es amplia, pero lejana. Los muñecos vendrán acompañados de un metaverso, serán los avatares del mañana. Nada que las compañías de videojuegos no hubiesen desarrollado tiempo atrás.
Pero el arte clásico no dista de ser muy distinto. Un ejemplo lo tuvimos esta semana con una escultura de jardín comprada por una pareja inglesa por unos $6.000. Veinte años después se descubre que el autor es Antonio Canova, cuya obra se creía perdida. De $6.000 a 10 millones subió el precio. Es decir, un incremento de casi un 70 mil porciento. Misma obra, mismos acabados, mismos materiales. Con la diferencia de que su autor no es un desconocido, sino un amigo del Papa Pio VII, el Rey Jorge IV y admirado también por el mismísimo Napoleón.
Todo esto nos demuestra que, si bien la concepción antigua del arte requería de un elemento tangible para su aceptación, la subjetividad humana siempre jugará el papel más importante en el otorgarle o no un valor. Nada distinto ocurre con los NFT.
Nota al pie: realidad bajo tierra
De todo lo malo, algo bueno. Esto habrán pensado los trabajadores encargados de la reconstrucción de Notre Dame, luego del terrible incendio de 2019. El Ministerio de Cultura francés anunció que dieron con restos medievales antes desconocidos. Entre ellos, un coro de 1230, una base empedrada del siglo XVIII, y varias sepulturas del siglo XIII, fecha en la cual empieza a utilizarse el templo. Entre los sarcófagos se encuentra uno que destaca: del siglo XIV y hecho en plomo, que puede ser el descanso eterno de algún noble.
El patrimonio histórico es el petróleo de Italia, y también lo es de Europa. Excavar la tierra garantiza una riqueza inmaterial. Riqueza histórica, que ayuda a reconstruir el mundo que nos precedió. Las ciudades del viejo continente son lasañas, construidas una lámina sobre otra. Porque el avance de la civilización, en vez de mudarse, prefería seguir acentuándose en el mismo sitio, mientras dejaban de cimientos a sus antepasados. Una metáfora interesante que trae consigo una hermosa realidad.
@NelsonTRangel
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