Caracas, 3 de abril de 2022
Poco podría agregar sobre la historia de un periódico que ha superado su centenario. A propósito de ello, el mismo ha sabido celebrar a lo grande con anécdotas de firmas y colaboradores históricos de esta gran casa. Son 113 años circulando e informando a la ciudadanía. Lo que quiere decir que ha formado parte de varias generaciones (al menos cuatro, si consideramos que las generaciones se contabilizan cada 25 años) y las que vendrán. El Universal es de esas referencias atemporales periodísticas y culturales. Incluso tecnológicas, siendo uno de los primeros medios impresos que logró adaptarse a la web. Pese a ello, para esta edición especial se me pidió hablar de mi experiencia como colaborador.
Ya son cinco años y más de 246 artículos que he publicado los domingos en la sección de opinión. El primerísimo de todos, el prototipo, salió el 8 de enero de 2017. “Nuestra Paideia” se titulaba. Tenía 24 años, era estudiante de Derecho de la Universidad Metropolitana, y estaba honrado con la oportunidad. Comencé con una columna quincenal, mientras mantenía mis otras contribuciones periodísticas en el Diario Quinto Día. Esto por tan sólo un mes, ya que poco después se me ofrecería el régimen semanal. Fue una decisión fácil y a su vez difícil. Quinto Día me había abierto las puertas al periodismo, pero El Universal era El Universal. Renuncié al primero y me comprometí con el segundo.
Tuve varios mentores, siendo mi abuelo el principal. La inexperiencia en la escritura se notaba en las líneas y los titubeos no me dejaban progresar. Leía, releía, y tenía siempre miedo de publicar. Mi abuelo sugirió no releer tanto y simplemente publicar. Le hice caso, lo que me permitió avanzar, con el detalle de que uno que otro error ortográfico salió impreso. ¡Qué vergüenza! Ante ello, mi esposa (en aquel entonces novia), se volvió mi editora, tarea que sigue haciendo, cinco años y 246 artículos después. No hay artículo que ella primero no lea y apruebe. Se convirtió, así, en una tarea colectiva, un trabajo en equipo. Yo escribo una sóla vez, sin releer para no dudar. Ella lee, corrige y luego publico.
Pocos saben el trabajo que conlleva mantener la columna. Es un trabajo diario, de constante formación intelectual. Leer, mantenerse informado; son horas, todos los días, para poder publicar. La parte escrita es la más sencilla, corta y fugaz. Puede tomarme media hora, quizá 45 minutos. La parte ardua es el entrenamiento previo y continuo.
Se me acusó de ser un ghost writter de mi abuelo, quien fue el Rey de los seudónimos. Sobre todo porque nuestra línea difería mucho: yo siendo un claro crítico del gobierno y el uno de sus voceros más importantes. Creían, así, que mi firma era un alter ego para decir lo que no podía (quería) decir con su nombre. Incluso allegados lo pensaban, nosotros dejándolos creer su ficción y no perdiendo tiempo en explicaciones que igual no querían escuchar.
Confieso que solo he ido en una oportunidad a la sede y que no conozco en persona a ningún compañero que actualmente trabajé ahí. Sólo a Don Elides Rojas llegué a conocer, quien me recibió en su oficina y con quien compartí una grata tertulia introductoria e inductiva. Con Don Miguel Maita (Editor de Opinión) es con quien más hablo, puesto le consigno los escritos y me perdona mis (no tan) esporádicas demoras en las entregas. Mi columna ha mutado en tópicos, pero siempre se me ha dado una increíble libertad. Jamás se me ha censurado y siempre he sentido un gran trato de cordialidad. He escrito cuánto he querido, cómo he querido. Siempre siguiendo las reglas de diagramación que me da el espacio.
Suelo escribir sobre cultura y me gusta mucho hablar del mundo y de sus particularidades. De Venezuela escribía al comienzo, pero luego me agotó. De nuestro país todos hablan y el lector merece despejarse y conocer otras realidades. Mi columna la considero eso: una ventana para explorar otras mundos. Tengo una fijación clara con Italia, puesto leo y me informo mucho en italiano. Me gusta su cultura y sociedad, ya que se parecen a nosotros, pero un poco más avanzados. Los italianos son los venezolanos del futuro: con todas sus particularidades y picardías en un país que funciona un poco mejor. Pero sólo un poco.
En fin, la oportunidad de escribir aquí es la oportunidad de tener un diario abierto con la audiencia lectora. He aprendido, crecido y cambiado de parecer. La inconsistencia es lo único que hace que nuestro conocimiento aumente. Es la tríada dialéctica hegeliana la que nos hará progresar.
@NelsonTRangel
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