Caracas, 12 de junio de 2022
Existen ciudades debajo de ciudades. Y no me refiero a las antiguas, como Roma, Milán o Nápoles, que basta con excavar un poco el suelo para encontrar rastros de los antepasados. Una lasaña centenaria que recubre entre sus capas los vestigios del ayer. Esta técnica ha sido habitual durante la historia de la humanidad, basta con visitar cualquier ciudad europea para notarlo. Roma es, quizá, uno de los ejemplos más maravillosos de esto. De ejemplo sirve que veamos el desnivel respecto al río Tíber, para entender que el río no se ha hundido, sino que la ciudad ha crecido. Y con crecido me refiero a que se ha ido construyendo una sobre otra, sobre otra. Una práctica no intencional de conservación que ha permitido encontrarnos con nuestro pasado. Así, el petróleo de muchos países del viejo continente es su patrimonio.
Pero en el sentido moderno, existen ciudades subterráneas construidas con ese propósito, el de pertenecer al subsuelo. La más famosa es Montreal, que ha creado a lo largo de las décadas una serie de túneles provistos de todo lo necesario: negocios, restaurantes, medios de transporte, etcétera. Es una necesidad concebida debido a las duras condiciones climáticas que obligaron a la población a refugiarse durante el invierno. Y es que con temperaturas de 20 grados bajo 0, es natural querer esconderse en un hueco.
Pero el clima no es el único factor que nos puede inspirar temor y querer meterse bajo tierra para no sufrir helados. Las bombas son más disuasivas en este sentido. Finlandia lo ve así, y no porque tengan una temperatura agradable (al contrario, es tan hostil como Canadá), sino porque temen -desde la guerra fría- una invasión rusa. Solo Helsinki tiene más de 5.500 refugios, teniendo la capacidad de proteger a más de un millón de personas por períodos largos. Es decir, casi el doble de su población, que ronda los 600.000. Además, estos refugios están pensados para resistir todo tipo de armas, incluso aquellas nucleares. No sin abandonar la “cotidianidad”, puesto tienen gimnasios, piscinas, canchas deportivas, cine, etcétera.
La guerra es pura incertidumbre y su duración no es la excepción. Sabemos cuando inician, pero no cuando terminan. En Ucrania se especulan años, pese a que Putin planeaba un blitzkrieg, lo que nos vuelve a demostrar que en política nada está resuelto. Sea cual sea el caso, incluso Kiev está recuperando cierta normalidad. Al no tener una ciudad subterránea, les tocó recuperar la que se encuentra sobre el suelo. Y está ocurriendo, tímidamente, pero ocurriendo. Con la apertura de los comercios y la “normalización” de la vida dentro de lo que cabe.
Rusia también se está adaptando al nuevo cerco económico occidental. Las grandes cadenas se han retirado y sus establecimientos han sido tomados por el Estado. Pero no sólo ellos, sino también los países de la Unión Europea (principal socio comercial energético de Rusia), que está decidiendo si admitir su dependencia energética y continuarla, o cortarla de raíz y atenerse a las consecuencias. En Teoría de Juegos a esto se le conoce como Game of Chicken (juego de la gallina) y se basa en crear una presión entre los jugadores hasta que uno se eche para atrás. Normalmente se usa como ejemplo a dos vehículos que van a colisionar. Si ninguno se mueve, ambos chocan. Y la experiencia indica que esta también es una posibilidad.
Nota al pie: un susto en la escuela
Después de la tragedia en Texas, en donde un desequilibrado abrió fuego y mató a dos docenas de personas (siendo la mayoría niños), todos nos encontramos en estado de alerta. Incluso los países que no sufren de esta calamidad, puesto resulta complejo creer que tu hijo pueda peligrar dentro de una institución creada para su protección.
Pero el miedo es libre y universal. Y no quisiera estar en los zapatos de los padres y docentes del Instituto Ipsar, en Milán, luego de que la semana pasada resultase una explosión dentro de la escuela. No pasó nada malo, más allá de un susto momentáneo y dos personas que inhalaron un poco del humo. Tampoco fue una bomba, ni un atentado. Se trató de una batería portátil para el celular, que tenía un estudiante en su mochila y resultó explotar. Y, en medio de una guerra casi a la frontera y un tiroteo reciente, el temor fue más que justificable.
@NelsonTRangel
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