Caracas, 28 de agosto de 2022

Cada vez que vemos un letrero de “Wanted” (Se busca), nos remontamos al Far West. Como si de una típica película de vaqueros se tratase, en donde el villano es aquel forajido que aterroriza al pueblo, y un misterioso Clint Eastwood de protagonista, a los EE.UU. les encanta ofrecer jugosas recompensas por presuntos criminales. Muchas de ellas resultan ser maniobras políticas, que sirven sólo para causar ruido y escarnio público. Es decir, como un escrache institucional a los “enemigos” suyos.

Pero hay recompensas menos generosas, quizá correspondiente al crimen que se le imputa al acusado. Un ejemplo de estas la vimos hace dos semanas en Venecia, Italia, en donde el alcalde de la ciudad ofreció de recompensa una cena para aquel que identificara a unos muchachos que practicaban foil surf en el Gran Canal. Por lo que pudimos entender, este deporte se ejecuta con una tabla avanzada, que tiene un propulsor sumergible que te suspende unos centímetros del agua. Y, de la misma forma que el surf convencional, has de tener estabilidad sobre la tabla. Las mismas cuestan US$25.000, al menos los modelos de los muchachos que fueron confiscados. Un deporte, cuanto menos, costoso.

La noticia se difundió a través de un video que propagó una página de Instagram llamada: Venezia non è Disneyland (Venecia no es Disney), un portal de indignados que buscan criticar el uso descuidado e irrespetuoso que muchos turistas le dan a esta delicada ciudad. Venecia es una ciudad que podrá dejar de serlo en un futuro cercano. El cambio climático la está hundiendo y el turismo no controlado sofoca sus calles. Para lo primero se ha desarrollado el “Mose”, un sistema avanzado y costosísimo para frenar las olas. Para lo segundo, las campañas constantes de los activistas que buscan, por lo menos, controlar las visitas. Es que basta con visualizar una foto de los gigantescos cruceros que atracan en la ciudad, para ver la desproporción en la situación.

De esta mágica ciudad nació Marco Polo, gran explorador que conectó oriente con occidente, trayendo la pasta a Italia. Su frase lapidaria es fantástica: “No os conté ni la mitad de lo que vi”. Llevándose a la tumba secretos con un misticismo romantizado. Pero hoy en día es distinto, ya que pocas cosas se pueden hacer sin quedar documentadas. Así fue el caso de los muchachos que fueron encontrados (nada sabemos de la recompensada cena) y ahora enfrentan un proceso penal. Y es que la ira del alcalde fue tal que no dudó en llamarlos “imbéciles”. Demostrando que muchas veces hace falta decir las cosas por su nombre, sin mucha elegancia y con gran contundencia.

Nota al pie: Revalorización en el tiempo

Con el transcurso de los años, los artistas suelen ganar valor. Sobre todo, después de la muerte. Esto no es una especulación. ArtsGain realizó un estudio llamado Second Life en donde concluyó que los precios de los artistas suelen aumentar en un 57% justo después de la muerte. De hecho, ya cuando la vida del mismo parece estar cerca del final, los precios van en aumento. Es el comportamiento del mercado, lo que sugiere (siempre el mismo informe) ir comprando obras cuando el artista está en sus últimas. Y luego venderlas.

Pero ciertas obras ganan valor por tropezones accidentales. Así pasó con Ecce Homo, del pintor Elías García Martínez que decora el Santuario de la Misericordia en BorjaEste Cristo, que data de 1930, es un fresco que sufrió una lamentable restauración en 2012 por Cecilia Giménez, entonces de 81 años. El resultado fue tan disparatado que no tardó en surgir un meme. Es otra obra, irreconocible, “incalificable”; como dijeron en aquel entonces. De hecho, pensaron en demandarla por el “acto vandálico”. Sin saber que la misma le agregaría un valor particular a un pueblo de tan sólo 5.000 habitantes. Hoy, diez años más tarde, el balance es otro. El año del restauro visitaron 40.000 personas el pueblo. Después, y anualmente, entre 10.000 y 15.000 personas turistean para ver el fresco restaurado. Hoy, Giménez, de 91 años, es un ícono de reconocimiento. Muchas veces se debe romper el molde para cambiar las cosas. La restauración le dio vida nueva a la obra y al pueblo. “Cosas veredes, Sancho, que no crederés”. Diría el Quijote.

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