Caracas, 4 de septiembre de 2022
La contraofensiva ha de ser fugaz si quiere coger al adversario por sorpresa. Esperar, meditar, evaluar, no siempre resulta la mejor opción, sobre todo en momentos en donde se amerite actuar con premura para evitar mayor daño. Esto fue lo que debieron hacer las fuerzas de seguridad de Uvalde, Texas, el pasado 24 de mayo, durante el fatal tiroteo en una escuela que dejó 21 muertos.
Un video recientemente publicado por The Austin American-Statesman muestra la escalofriante sucesión de eventos. El tirador entra con el rifle, caminando con total tranquilidad. Se asoma en un salón, entra y cierra la puerta. Un niño lo ve a la distancia y, pese a su inocencia, se alerta inmediatamente y huye. Empiezan los disparos automáticos y los gritos que fueron silenciados por la edición. Pocos minutos más tarde llega la policía que se para frente a la puerta y se prepara para entrar. El daño seguramente es grave, pero sería contenido. Pese a ello, en vez de hacerlo, se apartan y esperan refuerzos.
Llegan más, ¿cuántos? Quizá una docena de agentes. Armas largas, chalecos, escudos, equipo militar. Seguramente mejor protegidos y preparados para el combate que los niños de 10 años que están dentro del salón siendo asediados. Pero no entran, hablan, se posicionan, montan un operativa, una sala situacional. Mientras tanto, de fondo, ni la ametralladora del atacante, ni los gritos de los niños, paran de sonar.
Hora y media esperaron para entrar. Cuando finalmente se deciden, acaban con él rápidamente. No había comparación. Una cantidad de agentes entrenados, fuertemente equipados, frente a un adolescente trastornado, sin chaleco, sin entrenamiento. ¿Qué esperaban? Es la pregunta de la población indignada. Quizá que se le acabaran las balas.
La otra teoría es la sostenida por las autoridades: estaban esperando autorización para entrar. Es decir, la burocracia se antepone también en las emergencias y hay que esperar a que el papeleo esté listo. Ante estos eventos es natural ser contrafactual. De haber ingresado antes, ¿cuántos se habrían salvado? De los 21, ¿diez, quince? Quién sabe. Pero con seguridad algunos. Porque si de algo podemos estar seguros es que el tirador no pasó más de una hora disparando al aire.
El debate vive y la indignación lo promueve. ¿De qué sirve una proliferación de armas si son usadas para masacrar a la población? ¿De que sirven unas fuerzas policiales tan bien equipadas y entrenadas si no actúan cuando son necesarias?
Según la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross -y hoy en día es la teoría más aceptada- el duelo tiene cinco etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Los habitantes de Uvalde probablemente estén estancados en la segunda y videos como el actual hacen que ese estado se prolongue aún más.
Nota al pie: señales confusas
Muchas veces le hace falta algo de sentido común al derecho, al menos eso es lo que me viene a la mente luego de ver ciertas decisiones judiciales. Y no estoy hablando de la polémica con la Corte Suprema de los Estados Unidos, sino de un Tribunal de Apelación de Torino que absolvió a un muchacho de la acusa de violencia sexual por unos argumentos ridículos.
El evento es sencillo y requiere de poca interpretación. La muchacha estaba borracha, entra al baño y se le olvida cerrar la puerta con llave. El chico entra, abusa de ella, pese escuchar un “no quiero”. El argumento de la Corte es que, estando borracha y habiendo dejado la puerta abierta, fue una clara señal de invitación. Al parecer de nada sirve el rechazo expreso en este caso. Ya sabemos, si un día se nos ocurre dejar la puerta de casa abierta, estamos haciendo una clara invitación a los ladrones a que entren. Nuestro descuido viene penalizado doble. Primero por los antisociales que se aprovechan de los “errores” humanos. Y después por el Estado que los protege y justifica.
La fiscalía apelará y el caso irá a Casación. Esperemos que la racionalidad impere allá arriba y se haga justicia. Sobre todo porque estos casos sirven de jurisprudencia para otros similares. Sin contar que se pierde la confianza en el sistema y la gente deja de denunciar.
@NelsonTRangel
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