Caracas, 25 de septiembre de 2022

Cada tanto tiempo, cuando veo una reliquia, recuerdo el caso mirandino y ese capítulo no cerrado que tenemos los venezolanos. Me refiero a sus restos, los cuales fueron depositados en alguna fosa común de La Carraca y no en el Panteón inmortal de los héroes de la patria. Ese fue el destino que le deparó el fin de su vida, pese a que su gesta sea altamente enaltecida sin necesidad de depositar unos huesos dentro de un ataúd.

Hace poco más de un año escribía al respecto: “Edgardo Mondolfi en su libo Miranda en ocho contiendas(2005) señala lo siguiente: ‘comienzan a reactivarse las comisiones para estudiar los escasos restos que yacen en La Carraca, verificar el mapa genético y su contenido de ADN, lanzarse a la cacería de descendientes vivos para emparentarlos con aquellos huesos roídos y, de ser posible, terminar en la mímica de ser alguna vez sus enterradores en el Panteón Nacional’. Luego prosigue: ‘Recuerdo una oportunidad, durante un enervante acto de ese corte ocurrido justamente en el Panteón, en que alguien me decía, apuntando con reverencia hacia un cenotafio en mármol que yace con la tapa abierta en alusión a la eterna espera, que nunca recobraríamos nuestro sosiego como nación hasta que aquel monumento fúnebre no encerrara en su interior los despojos de Miranda’”.

Es indudable el tono sarcástico del Profesor, quien critica la necesidad de tener unos restos mortales, en vez de conformarnos por una vida llena de heroísmo. Pero esta práctica de venerar los restos mortales es común, sobre todo en la Iglesia Católica; y tan antigua como la religión misma. Se considera que las primeras reliquias fueron las de Policarpo, obispo de Esmirna, quien murió en el año 155, por no reconocer la autoridad del Emperador romano. Es decir, dos mil años recolectando huesos, dientes, pelos, órganos, para la adoración. E incluso sangre, como es el caso de San Gennaro, cuya sangre “líquida” reposa en la Catedral de Nápoles 1.700 años después. Todas estas reliquias depositadas en hermosas cajas de madera, oro, marfil o de cualquier material precioso que resalte la grandeza del finado.

Recordé el tema a propósito de los 200 años de la independencia de Brasil, cuando el Presidente, Jair Bolsonaro, solicitó el corazón de Don Pedro, Emperador que declaró la independencia del país. La solicitud fue aprobada por el alcalde de Oporto, junto al beneplácito del Presidente de Portugal. Así, el corazón fue enviado a través de un avión de la fuerza aérea brasileña para conmemorar la fecha. El evento tiene un gran carácter simbólico, de una independencia que, a diferencia de las demás de la América hispana, fue relativamente pacífica y consensuada por gran parte de la sociedad del momento. Don Pedro es de esos pocos monarcas que puede jactarse de que lo celebren, incluso, en las colonias emancipadas.

Nota al pie: corazones mortales

Pero no todos los corazones son deseados, y se busca que algunos dejen de latir. De esta forma titula una nota de prensa la BBC, que refiere a una pareja que se encontraba de vacaciones en Malta cuando se enteraron de que su bebé iba a generarle a la madre una infección letal. Esto luego de que la placenta se desprendiera a las 16 semanas de embarazo. El problema es que el aborto es ilegal en ese país, incluso en esos casos de peligro a la vida de la madre. Por ende, mientras el bebé siguiera con vida, el embarazo debía concluirse.

El tema de aborto es complicado y salió a relucir este año con la decisión de la Corte Suprema de los EEUU. La misma no prohibió el aborto, sino que le otorgó a cada Estado, a nivel federal, la potestad de legislar sobre la materia. Muchos consideran que se trata de un retroceso de 50 años, puesto los Estados Unidos son un elefante dentro de una cristalería. Se mueve, y causa ruido y, los cambios en su política, incluso interna, se asumen como determinantes a nivel mundial. La salida es que el Congreso legisle sobre la materia, cosa difícil siendo un tema tan polarizado.

Una estudiante me preguntaba si el derecho era una expresión social, ¿no es correcto que cada Estado pueda decidir sobre las leyes que le atañen? No le supe responder, pero dejo la pregunta para la reflexión.

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