Caracas, 16 de octubre de 2022
Anualmente me gusta escribir sobre el día de Halloween, siempre haciendo la salvedad siguiente: “es de esas festividades que heredamos del proceso cristianizador de la iglesia católica. Lo que fue alguna vez una tradición celta, llamada Samhain, se transformaría por medio de un proceso sincretista dando como resultado lo que hoy en día conocemos como la noche de brujas. La misma era un ejercicio imaginativo, que materializaba nuestros temores de ficción, para crear una fiesta de terror. El miedo, al fin y al cabo, vende. Lo que la producción cinematográfica ha sabido aprovechar, con múltiples piezas que se han inmortalizado en el cine”.
Mi interés por la fecha se debe a una encuesta realizada en 2015 por el Pew Research Centre titulada: ¿Cuáles son los temores de la gente en el mundo? Y publicada por el diario El País. En aquel entonces figuraban tres valores como los más comunes a nivel mundial: el cambio climático, el estado islámico y la inestabilidad económica. Indudablemente, esto varía según el país, estando -para sorpresa de nadie- nuestro temor más grande ubicado en el tercer factor (la incertidumbre económica), los del resto de Sudamerica en el primero (el cambio climático) y los del norte del continente en el segundo (el estado islámico).
Pero los miedos cambian y lamentablemente el PRC no ha repetido la encuesta. Seguramente en 2020 y 2021 lo fue el COVID-19, olvidándonos del cambio climático o el terrorismo. Pese a que ambos siguen y han seguido creciendo sin cesar. El covid nos acompañó siendo el hombre invisible que va enfermando y matando al público en su paso. Al menos así fue hasta el año pasado, ya que en 2022 dudo que la pandemia sea el principal temor a nivel mundial.
Y en Venezuela también resulta complejo de vislumbrar. Seguramente no es el virus, siendo la mayoría de la población muy laxa con las medidas. Tampoco será la inseguridad, cuya percepción ha disminuido considerablemente. ¿Quizá la situación económica? La cual, si bien ha mejorado, sigue siendo complejo afrontar el alto costo de la vida versus los bajos salarios. Aunque probablemente el temor más generalizado en Venezuela sea el de los servicios públicos carentes: luz y agua. Acompañado con las lluvias que causan estragos en nuestro país.
Así ocurrió a finales de junio y con la alerta de ciclón que aterrorizó a toda la población. Si Caracas es una ciudad bastante resguardada ante las desgracias climáticas, sabemos que la infraestructura colapsa cuando llueve. Esto generó un estado de alarma tremendo que, si bien duró 24 horas, fue probablemente el mayor susto que hemos tenido este año, al menos los caraqueños. Mucho menos aterrador que el año pasado.
Nota al pie: un corazón nuevo
La pandemia es cíclica y las oleadas siguen causando estragos. Estamos más acostumbrados, hay menos crisis sanitaria, pero la paranoia a lo desconocido sigue existiendo. ¿Por cuál ola vamos? Seguramente hemos perdido la cuenta y poco ya nos importe. ¿Por cuál dosis? En lo personal llevo cuatro, y la recomendación de la farmaceuta fue de reforzarme cada cuatro meses.
La pandemia ha hecho a la enfermedad algo solitario. En ese momento de vulnerabilidad entre el pulso que implica la vida y la muerte, era amortiguado por los familiares y amigos. Ahora, debido a la alta contagiosidad del virus, la normativa y prevención de los hospitales dificulta que los seres amados acompañemos (o nos acompañen) en nuestro último aliento.
Pero la distancia no siempre es óbice para el amor. Un caso conmovedor es el de Maurizio (47 años) y Silvia (42 años) que se conocieron hace varias décadas en Torino, Italia, y formaron una familia junto a su hija. Pero no se casaron, el tiempo no los dejó. Maurizio cayendo enfermo después de un fuerte infarto al corazón. En terapia intensiva tenía pocas posibilidades de sobrevivir y su último aliento fue el de casarse con Silvia. Así lo hicieron, al menos simbólicamente, con un cortejo de enfermeros, un ramo de jeringas y un traje de novia de bioseguridad.
Pero la alegría del matrimonio probablemente fue opacada por una llamada que entró al día siguiente: un corazón había sido encontrado para Maurizio. Ahora, el “para siempre” que se juraron y pensaron que duraría un instante, se prolongará varios años. Un final feliz para una tragedia compleja. Un amor que se reanudará con un corazón distinto.
@NelsonTRangel
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