Caracas, 13 de noviembre de 2022
Es probable que los ministros de cultura en Italia sean tan importantes como los de petróleo en Venezuela. Lo hemos dicho varias veces: el patrimonio es el petróleo de Italia. Una riqueza heredada, encontrada en el territorio, como si de una bendición se tratase. Ni hablar de las correlación que puede existir en su extracción. Muchas veces basta con abrir un pequeño hueco aleatorio en el piso para toparse con civilizaciones pasadas. Italia es así una lasagna, hecha en capas.
El nuevo secretario de cultura del neo gobierno de Meloni, Vittorio Sgarbi, anunció que su primera acción será trasladar la Pietà Rondanini a su lugar original. Actualmente se encuentra en el Hospital Español, buscando trasladarla al Castillo Sforzesco (Milán). Sgarbi sabe lo que hace, es un crítico de arte y ve reivindicaciones en este tipo de acciones. Pero el arte es algo delicado y cuanto menos polémico. Lo que inmediatamente generó críticas incluso del alcalde de la ciudad, Beppe Sala.
Se ubique en donde se ubique, es posible que el verdadero reto de Sgarbi sea proteger el arte de la vandalización ecoterrorista. Las guerras normalmente eran las principales amenazas del patrimonio, con bombas y saqueos que dañaban las hermosas producciones. Ahora se trata de los grupos ambientalistas, del cual destaca Just Stop Oil, que adoptaron la detestable práctica de pagarla con quien nada tiene que ver: el arte. Llenándolas de pintura y pegando sus manos a la pared, creen que lograrán que el petróleo se deje de extraer. Así, entran en el mismo lugar que los esquizofrénicos que derrumban bustos romanos en el Museo Vaticano. No es falso, pasó hace poco más de un mes, la diferencia es que el articida no estaba solvente de mente.
El fin no siempre puede justificar los medios, sobre todo cuando estos no corresponden al fin en sí. Es una mala correlación la que hacen, descargando su ira contra Monet o Van Gogh. El arte es una escapatoria a la realidad, es catarsis a los sentidos. Es así como lo que se genera es la satirización de la causa y las restricciones a aquellos que queremos apreciar el arte. No se extrañen que por culpa suya ir a un museo tenga más controles que un aeropuerto.
Nota al pie: Guiños a la realidad
Succession es una serie de HBO que ya va para su cuarta temporada. Trata de una familia, la Roy, rica y magnate de los medios de comunicación estadounidenses. Muestra la tragedia del dinero y la lucha constante por tener más. Su trama, como indica el nombre, versa sobre la sucesión (en vida) del patriarca, Logan Roy y sus hijos. Entre los cuales encontramos de cada tipo: desde los acomodados que cayeron en los vicios gracias a una vida de opulencia y excesos. Hasta aquellos que, con cierta moderación y conformismo, se alejaron de la lucha por el control. Es un juego de tronos moderno.
El conglomerado responsable de la fortuna recae sobre los medios de comunicación. Periódicos, revistas, televisoras, etcétera. Todo lo cual nos demuestra que los monopolios siguen siendo tentadores y, pese a las leyes que los limitan, existen mecanismos para crearlos de facto.
Por supuesto, se trata de una serie de televisión, que no deja de hacer guiños a familias reales. Me recordó a Rupert Murdoch, que seguramente pensará que la serie trata de su vida, identificándose con muchos de los diálogos familiares que se presentan. Murdoch, como un Logan (o al revés, realmente) tiene 91 años y está lejos de querer retirarse. Esta misma tragedia que no le abre paso a las nuevas generaciones la vemos con Kendall, el hijo de Logan, que parece tener las cualidades de liderazgo, pero un padre que le bloquea el camino. Murdoch al menos está buscando por el Smart working, un avance en su camino al retiro. Trasladando su oficina de Nueva York a su rancho en Montana. No sé si lo propio ocurrirá en Succession, voy apenas por la primera temporada, aunque es probable que Logan muera en su escritorio y pida ser enterrado en su palacio de vidrio.
@NelsonTRangel
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