Caracas, 20 de noviembre de 2022

Las festividades milenarias no se suelen modificar año a año, y mucho menos mediante un decreto. Sin mencionar cuando se trata de prácticas globalizadas. La navidad se estila colocar el 8 de diciembre y quitar el 6 de enero. Son fechas fijas, consensuadas, que nos dan orden y coherencia como sociedad. Pero muchas veces uno parte de un sitio para luego retornar y toparse con algo diferente. Así me ocurrió luego de un viaje, del cual regresé el 8 de octubre a Venezuela. Mi sorpresa: pinos artificiales y luces en el aeropuerto. Dos meses de antelación no sólo lo hace un despropósito, sino una plena ridiculez.

Menos mal y sólo se apegaron los entes públicos en adelantar más de dos meses las navidades. Ellos y las tiendas en Las Mercedes (que parecen competir por las decoraciones más escandalosas) llevan una festividad prolongada y agobiante. La navidad es una época hermosa, colorida y feliz. Soy uno de los que peca en disfrutarla con gran antelación. Pero por gusto propio y no por un decreto presidencial. Y ahora, que estamos cada vez más cerca del verdadero inicio, no provoca continuar. Siento que las agotamos.

Es posible que Bruce McArthur hubiese agradecido unas navidades tan largas como las venezolanas. El canadiense, de 67 años, tenía dos trabajos: el de Santa Claus de centros comerciales y el de asesino serial. Claro, no asesinaba con la indumentaria roja, al menos eso esperamos. Tampoco captaba a sus víctimas sentado en la silla de los regalos. Pero ciertamente resulta desconcertante el desempeño de dos trabajos tan distantes en su esencia. Sabemos que el traje de McArthur era un disfraz, pero muchas veces no imaginamos lo que se puede ocultar detrás de la máscara.

McArthur fue cuidadoso y mató a 8 personas en 7 años (2010-2017), antes de ser descubierto. A todo el estilo de un Dahmer, escogía a sus víctimas cuya ascendencia fuese extranjera: Medio Oriente o Asia. Hombres gay, seleccionados en el barrio Village de su ciudad. Sus víctimas no sólo eran extranjeros, sino que ocultaban su orientación sexual. Así, era casi imposible rastrear las huellas, puesto ellos mismos se encargaban de encubrir sus últimos pasos.  

Nota al pie: los reyes de la virtualidad

Imaginen un mundo en donde la libertad se pueda comprar. Así es el Twitter, el supuesto ágora moderno, en donde el micrófono está a la venta y aquel con más dinero puede adquirirlo. Elon Musk cumplió su palabra y adquirió la red social por 44 billones de dólares. Una cifra exorbitante que pretende recuperar. Y no sólo con ads, sino también con renta fija de los usuarios. Así, venderá la suscripción del verificado: $8 al mes. Esto ha causado disgusto, aunque la idea no es del todo mala. Pues no hay almuerzo gratis y de alguna manera las redes han de subsistir.

Pero la agresividad polémica de Musk no le agrada a todos sus usuarios. Algunos ya han abandonado el barco, yéndose a otras plataformas que se están aprovechando de la turbulencia. Una de las beneficiadas es Mastodon, una plataforma como Twitter que ha crecido en cientos de miles en una sola semana.

Luego están los radicales, que son muy pocos, pero están aprovechando la situación para una desintoxicación social. O al menos virtual-social, dejando definitivamente las redes y enfocándose más en la vida real. No es poca cosa. En promedio, al día, una persona pasa dos horas y media en estas plataformas. Es muchísimo, 1/4 de nuestro tiempo libre. El cual viene repartido con necesidades básicas como comer y descansar. 

La desintoxicación tecnológica no es fácil y será cada vez menos posible. El mundo se está creando en torno a estas plataformas, las cuales serán extensiones naturales de nuestra vida. Mark Zuckerberg anda creando todo un mundo virtual, en donde puedes tener bienes propios y hasta una vida. Es como si el mundo ya no nos fuese suficiente y queremos migrar de él. Pero no para el espacio, como propone Musk, sino para una realidad paralela que se llega a través de unas gafas y un sofá. El problema es que estos mundos tienen dueños, quienes fungen de neo monarcas de la nueva realidad.

@NelsonTRangel

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