Caracas, 18 de diciembre de 2022
Los latinos estamos acostumbrados al desorden, lo que no implica que seamos inmunes al mismo. Simplemente ya no nos sorprende, al menos no tanto. La situación en Perú, un golpe de Estado, un presidente preso, otro provisional. Todo, en medio día. Antes de la hora del afternoon tea. Las cosas aquí cambian, mutan, avanzan (¿o retroceden?) tan rápido que le perdemos el paso.
Pero lo que ocurrió en Perú fue una serie de eventos desafortunados, al menos para Pedro Castillo, quien -y no queriendo ser contrafactual- fue traicionado por la fortuna. El fue sus circunstancias, como diría Ortega y Gasset, y basta con narrar los últimos instantes antes del autogolpe para entenderlo.
La nota la reseña el diario El País de España, en una crónica angustiante que te coloca en el campo de los acontecimientos. Alberto Mendieta, Jefe del Gabinete y hombre de confianza de Castillo es quien los narra, a través de su exilio y probablemente esperando que la nota le sirva como excusa para poder retornar. El evento ocurre poco antes del mensaje de Castillo en televisión nacional, Mendieta le hace envío por WhatsApp del discurso que debía dar. “No carga”, le responde Castillo. A lo que el asesor se apresura hacia el despacho para no dejar nada al azar. Improvisar es peligroso y Castillo lo aprendió por las malas.
No pudo entrar y tuvo que ver el mensaje en la sala de espera. Según él, no se lo esperaba, aunque quizá sí, porque la premura no debía ser en vano. Ocurrió lo que ocurrió y poco después fue destituido y preso por querer disolver el Congreso. Poco después las Fuerzas Armadas le dieron la espalda y el autogol se lo metió Castillo. Ahora su compañero de banca es Alberto Fujimori, quien comparte celda con Castillo. La vida política da muchas vueltas y la prisión parece siempre ser una opción en América Latina.
Y es que toda esta crónica pasa a la vez que una Corte declara culpable a la Vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández y la condenase a seis años de prisión e inhabilitación política de por vida. Su caso no es el de Castillo, ya que es apelable y se espera que se enfríe lo suficiente para que dichas consecuencias no sean aplicables. Pero las turbulencias latinas prometieron cerrar el año con impecable agite. Lo que nos hace recordar que Venezuela está lejos de ser el foco del conflicto político. Basta con mirar a los vecinos.
Y a los europeos también, y no me refiero a los orientales y a la guerra en Ucrania. Sino a las democracias sólidas occidentales, como la alemana, que esta semana logró desarticular un intento de golpe de Estado por parte de un grupo ultra derechista encabezado por un príncipe germano. El cual, por cierto, no buscaba un caudillaje latino, sino la restitución del Segundo Reich, un anacronismo difícil de entender. Imagínense que la conjura es universal y nadie se escapa de ella en el ardid político actual.
Nota al pie: Hipocresía real
Dentro de todas las tragedias actuales, me cuesta mucho sentir lástima por aquellos que todo lo han tenido, simplemente por nacer. Salió un nuevo documental en Netflix sobre el Príncipe Harry y su esposa Meghan que, desde la descripción del video, pretende darnos lástima. Como “duro recorrido”, lo tildan. Confieso que no lo he visto y ganas de verlo tampoco tengo. Porque pretenderme triste por una vida de privilegios es contradictorio. Y lo digo sin ningún recelo. Si el enfoque es informativo, como The Crown, sería el primero en disfrutarlo. Pero el victimismo exacerbado resulta agobiante.
Hace unos meses se trataba de un ejecutivo francés que se lamentaba por su salario de seis millones de euros. Hoy Harry y Meghan buscan dar lastima para cobrar generosas regalías de Netflix. ¿Qué falta? ¿Un Go fund me para Cristiano Ronaldo? Pareciera que ser auténtico en un mundo de hipócritas se ha vuelto una rareza. O que dentro de las carencias diarias, nos complace ver las ajenas.
@NelsonTRangel
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