Caracas, 19 de febrero de 2023
Dentro de la revolución progresista, la misma que aprueba dogmas sin aceptar críticas, la contrarreforma era de esperarse. Los tópicos que la agenda progre quiere llevar no son negativos en su esencia (aborto, matrimonio igualitario, derecho de las mujeres, entre muchos otros), pero sus subcategorías requieren de un buen sistema digestivo social, que acepte cambios de manera instantánea. No se me malinterprete. El derecho al aborto, por tan sólo poner un ejemplo, es un tópico con el que podemos estar de acuerdo. Ahora, la participación y el consentimiento del padre debería ser también escuchada o, al menos, considerada en ciertos casos. Este ejemplo demuestra que los absolutos pueden ser consentidos por la sociedad. Pero los específicos que se desprenden podrían generar casos de debate. Debate sano que no busca disminuir los tópicos en cuestión, todo lo contrario. Les da importancia en cuanto se demuestra un interés legítimo en ellos. Y, siendo así, la forma más sana de convencer y generar un verdadero cambio social.
Pero los radicalismos suelen ser impositivos, lo que genera un rechazo de entrada por parte de aquellos que, quizá nada en contra tengan, pero que no les gusta recibir imposiciones sociales. Las revoluciones encuentran aquí su mayor peligro: aquellos que las llevan a la exageración. Creando tierra fértil para el surgimiento de ciertos personajes nefastos que encuentran público en este descontento colectivo.
El caso que viene a cuestión es Andrew Tate, un ex kickboxer profesional que ha hecho su fortuna con negocios cuestionables. Primero, a través de charlas motivacionales que sólo motivan a su propio bolsillo. Segundo, a través de la prostitución de mujeres que, según el -y ellas-, se hace bajo consenso firmado. Consenso el cual, seguramente no fue firmado bajo ningún tipo de coerción. Porque el negocio del placer sexual es tan transparente y sano que jamás podría generarnos inquietudes al respecto.
Como tampoco el que Tate viviese en Rumanía, hermoso país, pero extraño destino para un estadounidense. A menos que consideremos su profesión y asumamos que utilizaba dicho domicilio para captar reclutas en su esquema de perversión.
Tate, además, es un Coach -o Gurú- peligroso. Pregona una esquizofrenia extraña en donde sostiene que formamos parte de una matrix que tiene un plan predilecto para nosotros. Así, da consejos universales de consumo, vida, salud, entre muchas otras. Invitando a seguirlo y a ignorar a todo aquel profesional que diga lo contrario. Se cree un Mesías, siendo suya la iglesia, no dándose cuenta que sus recomendaciones podrían resultar peligrosísimas para algunos. Basta con leer su propio Twitter -teniendo cierto grado de razonamiento crítico- para notarlo.
Lo último es que fue arrestado, en la misma Rumanía. Esto en diciembre del año pasado, llevando ya tres meses en prisión provisional por miedo a fuga. Se le acusa de nada menos y nada más que trata de blancas, un pequeñito crimen tipificado en cualquier ordenamiento jurídico del planeta y cuya pena es siempre la más alta. Tate está haciendo tarima con su encarcelamiento. Dice sufrir mucho, pero tiene acceso a su Twitter 24/7, y sabrá Dios a qué otra comodidad. Obviamente alega su inocencia y sostiene que todo forma parte del plan mayor para silenciarlo. Es un “Cristo” de una religión que él mismo se inventó. Lo preocupante es que tenga seguidores que le crean y no simplemente lo sigan para disfrutar del show.
Nota al pie: Repitiendo el terremoto.
Un terremoto en Turquía, cerca de la moderna ciudad de Antakya se reportó como el más devastador de su época. No me refiero al actual, sino a uno el 13 de diciembre del año 115. Trajano, el emperador romano de la época, se encontraba cerca del epicentro con sus tropas, y sobrevivió de milagro. No corriendo la misma suerte el Cónsul Marcus Pedo Vergilianus, que se encontraba con el Emperador, y que moriría en el desastre.
No hubo ciudad que no sufriera la devastación. Los edificios colapsaron, hubo movimientos marinos que inundaron poblados. Miles de muertos y ciudades destruidas. El terremoto de febrero del presente año fue en el mismo epicentro y pareciera que de la misma intensidad. La historia no se repite, pero sí que nos deja guiños.
@NelsonTRangel