Caracas, 26 de febrero de 2023
Sería injusto tener predisposiciones con ciertas profesiones. Aunque muchas veces es inevitable. Lo escribe un abogado, profesión que sufre de un estigma social negativo producto de las prácticas erradas de unos cuantos. Pero sucede con todas, ya que la mala fama hace más ruido que la buena. Lo negativo vende, en cuanto impresiona y nos marca. Por eso la prensa está llena de pesimismo y poquísimas serán las buenas noticias reseñadas.
Otra profesión muy respetable que sufrió de un manchón bochornoso y lamentable en Venezuela es la del psiquiatra terapeuta. Es evidente que el caso refiere a Chirinos y sus crímenes cometidos usando la bata de médico y ejerciendo la autoridad impuesta por el título. Sin contar lo detestable que resulta aprovecharse de personas cuya solvencia mental no está al día y acuden a ti precisamente para componerlo.
Pero el espíritu de Chirinos no recae sólo en algunos criollos, puede también encontrar adeptos allende estas tierras. Un caso peculiar -y aún no tan grave- se conoció en Roma. El psiquiatra Cogliati Dezza, de 71 años y respetado miembro de la comunidad, viene condenado a 4 años de cárcel por haber abusado de una paciente de tan sólo 25 años. El hombre es muy estimado por su entorno, que lo suelen considerar un verdadero “caballero”. Besa la mano de las damas, como si de una práctica de cortejo victoriano se tratase. Pero al parecer va un poco más allá, demostrando que los demonios se suelen disfrazar de galantuomo.
Dezza recibe la noticia de su condena e, inmutable, se va a jugar tennis a un selecto club de la capital. “Es sólo la sentencia de primer grado”, se le escuchó decir. Sabiendo que todavía tiene oportunidad de apelar. Sus nervios, inmutables, son sólo otra parte del chiste.
La nueva pandemia
Pensaba, ilusamente, que el covid nos dejaría poderosas enseñanzas más allá de las cicatrices sociales. Que concientizaríamos la higiene, respetaríamos el espacio personal, evitaríamos encierros multitudinarios y demás patrones que nos llevarían a ser una sociedad más pulcra y sana. Pero no fue así, terminada la pandemia, el humano volvió a su corral de cerdos. Basta con salir una noche por cualquier ciudad para ver cómo las personas comparten vasos, pitillos, cubiertos, cigarros y besos con absoluta despreocupación. Quizá ya no sea el covid lo que los mate, pero aún persisten las mismas millones de bacterias, virus, infecciones, etcétera, de siempre.
Cuando inició la pandemia del covid-19, la OMS fue acusada de no haber lanzado las alarmas a tiempo. Las cuales, de todas formas, hubiesen sido insuficientes para contener la propagación que llegaría para quedarse. Ahora, con este precedente y sin querer subestimar cualquier virus, el director general de la Organización, alertó que la gripe aviaria ya saltó de las aves a los mamíferos. Y, si bien el riesgo de saltar al hombre todavía es bajo, tenemos que estar preparados.
Ciertos virólogos lo interpretaron como el fin de los tiempos 2.0. Y comenzaron a pregonar que esta pandemia será mucho más letal que la anterior. Ya las cartas del apocalipsis están leídas y, en caso de que así sea, los patrones sociales de la actualidad de nada ayudarán a contenerla.
La primera pandemia nos agarró de sorpresa. Ni el mundo, ni las personas, estábamos preparados para enfrentarla. No habían suficientes insumos y los cambios en la cotidianidad nos llevaron al borde de la locura. Los problemas psicológicos aumentaron, lo que hizo que a su vez la terapia creciera como herramienta para equilibrarnos. Encontrando, así, seguridad y reconforto en aquellos profesionales que nos ayudan a sanar. Aunque también hay que tener cuidado con esto.
Nota al pie: No es mi Rey
Los republicanos (pocos, pero cada vez más) no pierden la oportunidad para hacer ruido en Reino Unido. Con pancartas que rezan: “Not my King”, están tratando de ejercer presión gracias al cambio de monarca y a que la coronación de Carlos III costará unas 56 millones de libras.
@NelsonTRangel
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