Caracas, 30 de abril de 2023

Trescientos suena mucho, pero pasan rápido. Este artículo lleva ese número en mis contribuciones en El Universal. Seis años en este medio, todos los domingos. Lo que me lleva a revisar cuál fue el artículo con mayor difusión. El mismo, para mi sorpresa, data del 2 de julio del 2017, y se trataba del número 19. Se titulaba: “Luces, cámaras y acción” y recojo a continuación un buen fragmento:

“Nuestro país ha demostrado ser todo menos normal. Estamos reinados por aquel misterio eleusino que nos hace habitantes de uno de los lugares más extraños de la tierra. Vivir aquí es llevar el don de la actuación por dentro. Somos agentes de acción, haciendo uso de nuestra destreza para sobrevivir a los insólitos estragos cotidianos. Dramáticos, ya que las calamidades juegan un papel esencial en la obra. Y comediantes, arte que empleamos insólitamente y de forma magistral para lidiar con esta tragicomedia que se llama Venezuela.

Descifrar exactamente bajo qué parámetro artístico vivimos es realmente difícil de decir. Para mí, es una tragedia griega. Aquí la lucha constante entre lo apolíneo y lo dionisíaco (en busca de esa perpetua reconciliación) se libra diariamente. Hay que recordar -por Nietzsche- que las dos grandes presencias que reinan sobre el plano trágico son Dionisio y Apolo. El primero, materializándose por medio del coro y diálogos, despierta en el hombre su vitalidad natural. El segundo, refiere al campo apolíneo de la razón, sobre el cual los cantos se descargan constantemente. Nosotros, los helenos-criollos, estamos embriagados del impulso dionisíaco, que hace metástasis acabando con el principio individualizador del hombre (es decir, cuando el hombre se pierde a sí mismo dentro de la masa) y le cuesta encontrar la paz y sabiduría en Apolo.

Y no es para menos. Tan solo basta con recordar las noticias de esta semana para evidenciar la pérdida de nuestra cordura. “Efectivos del CICPC lanzan granadas al TSJ y exigen la renuncia inmediata de Maduro”. De esta forma cerraban los portales el pasado martes 27 de junio en la noche, con múltiples descargas de la naturaleza desenfrenada dionisíaca sobre el plano de lo apolíneo. Luego, la tragedia continúa con su desarrollo estelar: el sujeto del atentado había robado un helicóptero y, de igual forma, las cámaras; generando una de las noticias más surreal desde que inició este nuevo proceso crónico de protestas. No obstante, con bandera ondeante y plasmado el incansable: “350”, el propósito del OVNI sigue siendo, todavía, un tanto dudoso.

Lo más llamativo de la escena teatral fue, sin duda, lo absurdo del actor (en el sentido amplio del término). Él mismo se identifica como un funcionario de seguridad, lo que explica cómo se hizo de los medios para perpetrar su cometido, y, además, actor real de películas de acción. Luego, asegura tener un respaldo cívico, militar y policial –todo menos político- lo que asoma la posibilidad de la conformación de una célula “paramilitar” similar a una guerrilla o un grupo terrorista. Todo esto desconocido por todos los factores políticos, lo que generó una primera reacción de pánico social ante el posible inicio de un levantamiento armado, bajo el mando de una persona peculiar; de nombre común pero de aspecto inusual”.

Todos sabemos cómo continuó -y terminó- la historia anterior. En seis años mucho hemos vivido y el país que nos toca hoy, dista en kilómetros de aquel narrado en el apartado anterior. Se trata de un país de cambios rápidos, turbulencias fuertes y estabilidad mutable. No me imagino qué nos deparan los próximos seis años en el artículo 600.

Nota al pie: disparar primero, preguntar después

Ralph Yarl, un joven afroamericano de 16 años, en Missouri, fue a recoger a su hermana a la casa de unos amigos. Al acercarse a la puerta y tocar el timbre, fue recibido a disparos. Disparos que atravesaron la madera y que lo hirieron, pero no mataron. La puerta no fue abierta, Andrew Lester, de 84 años, perpetrador del atentado, optó por dispararle a Yarl sin antes preguntarle qué quería. El joven se había equivocado de casa: estaba en la del vecino. 

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