Caracas, 14 de mayo de 2023

Escuchaba el otro día una entrevista a Iván Puerta, Chef y asesor gastronómico, sobre la contracción que han sufrido los restaurantes este 2023. El año pasado resultó ser todo lo contrario, el negocio era tan lucrativo -y el mercado se encontraba tan desprovisto- que se experimentó una apertura inmensurable de nuevos conceptos gastronómicos que inundaron la ciudad. No fue malo, todo lo contrario. Caracas necesitaba un refrescamiento. Debíamos sustituir la madera añeja de los restaurantes de décadas, por un poco de cosmopolitismo newyorkese. Darle vida a una ciudad que estaba muerta. Primero por la fuerte crisis económica, luego por la pandemia.

Pero no todo comenzó siendo positivo. De hecho, se descuidó la comida, enfocándose únicamente en la experiencia. Y los precios se situaron en márgenes irreales de ganancia, demostrando que el desespero de los venezolanos por hacer riqueza es proporcional a la inseguridad que le brinda el mercado.

Algunos auguraban lo que terminó sucediendo. Uno de ellos fue Puerta, que señalaba que la ciudad no tenía espacio para todos. Esto llevó a los existentes a reinventarse, mejorar su calidad y bajar un poco sus precios.

La consecuencia es el cierre de algunos, pero también la apertura de otros que ya estaban en construcción. El mercado se puso hostil, peleándose con la cada vez más reducida clientela que existe. Ya que la crisis no sólo afectó a los restaurantes, sino a múltiples sectores de la economía, lo que disminuyó considerablemente el poder adquisitivo general.

El 2022 fue un año de recesión mundial, pese a que en Venezuela vivíamos con la música a todo volumen. Fue una más de nuestras burbujas, que nos hizo sentir invencibles y generó el retorno de muchos que se encontraban fuera. Ahora, el mercado explotó y se está sincerando. Los precios se estabilizan -para abajo- y el valor del dinero se comienza a percibir. Veinte dólares ahora sí valen y los vueltos los pedimos celosos, como es natural. La cultura del derroche -la cual nos visita constantemente- se frenó, y parece que estamos aprendiendo a bajarle un poco la música, y no vivir de fiesta.

Capriacas

Italia es un país de contrastes. Si bien su marca país se sabe vender -siendo ella sinónimo de excelencia- posee los mejores y más baratos restaurantes, así como los más costosos y selectos. Es un país que se adapta a todos los bolsillos, existiendo una amplísima oferta gastronómica que satisface a todos los paladares. En muchos casos siendo las más económicas las mejores.

Pero el país del buen comer también se permite ciertos excesos. Sobre todo gracias a ser el país con más monumentos declarados patrimonio de la humanidad. Lo que puede generar la molestia de algunos cuando son sorpresivamente confrontados con los altos precios. Le ocurrió a un turista, en el Lago de Como, quien pidió un café y un agua. Veinte euros fue la cuenta final, lo que generó una indignación que le hizo exclamar: “ni que estuviéramos en Capri”. Aunque seguramente quiso decir “Caracas”.

Nota al pie: arte pornográfico

Imagínense irse de excursión escolar a Florencia. Un lujo que poquísimos estudiantes en el mundo podrían tener. Pues esta fue la suerte de un grupo de estudiantes estadounidenses que, de la mano de su profesora Hope Carrasquilla, fueron a admirar la ciudad. Entre muchas cosas que vieron, Carrasquilla hizo énfasis en una de las obras maestras del renacimiento: el David de Miguel Ángel. El acto cultural la llevó a ser despedida de la escuela por enseñar “pornografía”.

La discusión actual parece girar en torno a la preocupación de ser suplantados por una inteligencia artificial. A lo que muchos alegan que sería imposible ya que dicha inteligencia carece de la capacidad de discernir y razonar casuísticamente. Cualidad cada vez más escasa, que tampoco es que la posean todos los humanos.

@NelsonTRangel

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